Hace es esto algún tiempo, el buen Dios se encerró en el taller de “bricolage” de los sueños.
Así,
La segunda N miró hacia arriba. Y Dios, olvidando el protocolo, la tomó en brazos, estampándole un sonoro beso. Después de todo había adoptado la forma más querida, la de un “Niño”.
La segunda C fue la única que se presentó desnuda. Era la “Confianza”.
La segunda I, aupándose sobre los descalzos dedos de los pies, se adelantó a los pensamientos de Dios. “Mi nombre –susurró- es Intuición”.
Por último,
Y Dios, feliz, sopló con fuerza. Y las letras se dispersaron por todo lo creado.
Y guiñando un ojo a los superuniversos, dejó caer, como quien no quiere la cosa:
- “Ahí va mi secreto. Aquel que consiga reunirlas, poseerá
Juan José Benítez
“Mágica Fe” (1995)
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